Me estoy quedando mudo en medio de tu sordera






viernes, 22 de enero de 2010

Poesía Erótica de Jaime Antonio Guzmán

Un regalo para todos mis amigos y amigas. Poesía Erótica para Disfrutar.

Mira, cómo te sorprendo

Mira, cómo te sorprendo
desnuda sobre el sillón del cura
cuando todos suponíamos que sensata tu fe
yacías sobre los pies del Cristo Redentor
besándole los clavos ensangrentados
besándole el dolor
o al menos besándote a ti misma tus bobinas
de presuntuosa abadía.

Pero no, porque no yacías desnuda ante la Santa Cruz
ni la sombra del calvario cubría tu espalda
empapada del aire reñido
o del vicio de la tensión por la falta de ventilación.

Porque morías de placer
maldito placer
mojada como una bendita perra de sacristía
mientras esa espalda
sureña espalda sudada
encorvada como rezando
se espantaba cuando mi entrada, así
irrumpía sobre la imagen sagrada de una mujer amando.

Pero no rezabas, mi hermana
sucumbías encuclillas sobre la cadera del hombre
que sentado como un ídolo egipcio
en su era exodoidiana
no lamentó que subieras y bajaras
como una persignación
por la bienaventurada gracia del nieto del hijo del Padre.

Pese a tu desnudes de novata adolescente
advertí que él no te miraba
como sintiéndote en un lejano recuerdo preclerical
a voluntad, a conciente voluntad
sin pretenderse al pecado
y saberse recordando simplemente dentro de ti.

Aun cuando su rancio potencial se estremeciera, creo
en la matriz de tu fortaleza
procuró dejarte llegar al cielo en su don
justo cuando su semen corroyó tu vientre
como Santo Grial Penquista, supuse.

Y me miraste en él mismada
mientras sus manos no te tocaban
ni sus ojos se extasiaban en la belleza de tu cintura
Por ser sánscrito
cuando sólo tú, mi morena frustración
sin el ímpetu de su control
con su debilidad
le seguías coqueteando en la pelvis como una serpiente
en plena intención de constricción
a las orillas de un ratón atormentado.

Y me miraste perpleja desde el tálamo cuerino
roído por el ritual
me miraron
y no fui capaz de celebrarte en tu muerte
(o en la resurrección de tu primera vez)
resintiéndome en mis propias oraciones
de banal espectador.


Quiero hacerle el amor a una facha

Quiero hacerle el amor a una facha
sólo para sentirme castigando
cada centímetro cúbico de avaricia que aun revolotee
en la vagina inodora de un cuerpo iracundo
que presuma perfumándose
cuando todos los otros cuerpos
incluyendo el de este insensato caliente
de maloliente cansancio
acaben en la fetidez obvia de la lujuria.

Quiero abrirle las ganas a esta cuica avara
de puro consumista mi pene, de puro antojo
para enseñarle el otro lado del lado oscuro
del sexo por el sexo, no más
y dejarla bajar al purgatorio a pata pelá’
para que se ofenda los pasos
cuando todas las rosas espinosas de América Latina
se resquebrajen en mi calor incontrolable.

Quiero hacerle el amor a esta facha
para que su gula se sacie en mi pecho
para que su pecho repose en mi pereza
o en la hipocondríaca soberbia que me convoca
frente a sus muslos suaves enloquecedores
que se estrellan en los orígenes de este encuentro
en los orígenes de la nada
y dejarla en la evidencia desde ese blondo teñido
que el entrepiernas acusa en su azabache dilatación.


A Verónica Vergara Escalona

Todo se ha vuelto lento de repente
Todo torpe y trivial como las piernas mías
Cuando el asalto en Santa Rosa, el silbato
El atropello del taxi y el cabro chico con la bolsa
Ocurrían al unísono lánguido y borroso
Como una película en cámara lenta
Advirtiéndome tu llegada.

Era la negra que venía
Y ya nada importaba porque todo pasaba
Calmo por el zigzagueo de esas caderas
- ¡Las tuyas, negra, las tuyas! -
Esas incandescentes ancas
De cosmopolita atrevida
Que me emborrachaban sin misericordia.

Venías leyendo La Última Niebla, ondulada cabellera
Soberbia como heroína bombaleana
Y en tu morral antisistémico
Escondías el presente de mil mujeres analfabetas
Y el boceto de tus pechos gritando al grafito
Junto a la amortajada manía de escudarte feminista.

Negra, mi negra, nuestra mujer
Cómo puedes permitirme en esta oda
Esperarte del otro lado de la calle
Y sonreírme para seguir leyendo y pasar de largo
Como suponiéndome en el momento, en esta hora
A una Huilliche porfiada camino al norte
Altanera, intacta, sugerente, profesora de historias
En medio de tantos aromas inmediatos
Y yo desierto en las brumas estelas de tu camino.


Sexo Anal

¡Ay! Bendita seas entre todas las mujeres (maldito
yo entre los hombres)
Y bendita sea tu espalda
Que termina en tan deliciosa agonía
En tanto dolor extasiado de ganas
En tanta embriaguez
Que termina en tan deliciosa agonía
En medio del padecimiento
En medio de la ambivalencia y los no sé
A mitad del recorrido
¡Ay, qué dolor!
Tan deliciosa agonía
Como desembocando desde las turbias aguas del Bío-Bío
Al Pacífico, al turbulento Pacífico
Y no sentir ni el más mínimo de los arrepentimientos.


Te regalo mis testículos como una muestra de entrega total en esta hora, tu hora…

Te regalo mis testículos como una muestra de entrega total en esta hora, tu hora. La hora nuestra de los días en que todo se sabe alguna vez y ya nada se supone más de cuando en cuando en un silencio, porque todo lo que soy te lo entrego en este escroto y todo lo que quisiera ser ya ha desaparecido, desapareció o se escurrió entre las pelusas rizadas que se clavan como pidiéndole una oportunidad a la fruncida piel de este intento por reconocerme. Esto soy, ni más ni menos. Soy la intención desesperada de exponerme tal cual, de que me veas por fin bajo el prisma que quieras y no desde el que te enseñé. Porque soy las pelotas. No soy otra cosa. Soy un nodo recubierto de historias y todo lo que en él no vez no lo he merecido. No te regalo mi pene porque ha sido tuyo desde siempre, de todas y de alguien más, pero mis testículos no, esos son sólo tuyos, mi carne taladrada de pasión y certidumbre.

Jaime Antonio Guzmán